Casa de Melilla en Madrid

XXI INTRIGAS ENTRE GOBERNADORES, VEEDORES Y OTRAS AUTORIDADES

Carta de Alonso de Urrea desde Melilla a Isabel de Portugal el 6 de julio de 1557:

“Los moros que se bienen a tornar cristianos aquí y a otras fronteras es necesario que Vra. Alteza mande que los tales vayan a galeras a serbir a su Magestad, porque todos bienen con yntención dañada para yr en España, y como libres van por toda la costa, y después que la tienen bien deprendida tórnase a su naturaleza y ansí nos hazen muchas cabalgadas en la costa de España

y en la mar también, y esto digo a Vra. Alteza para que en ello probea lo que su real servicio fuere, y ansí un primo hermano del rey de Fez dezia lo mismo y quel buen cristiano no podía ser buen moro ni el moro bien cristiano”.

En esta misma carta del gobernador a Isabel de Portugal (madre de Felipe II), daba cuenta de las exigencias  de Hernando de Bustillo, que exigía estar presente en las entrevistas con los moros o con los espías, deseo que él no atendía, por considerarlo atentatorio contra su dignidad.

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Vista del Monasterio de El Escorial desde el monte Abantos.
Autor: Yolanda Piqueras Domínguez (3)

En la guarnición de Melilla se celebró con gran regocijo las noticias de la batalla de San Quintín, donde coincidiendo con la festividad de San Lorenzo, 10 de agosto de 1557, las tropas españolas con la decisiva estrategia diseñada por el Duque de Saboya (Manuel Filiberto), con 7.000 soldados de infantería, 5.000 de caballería y 80 cañones, derrotó de forma inapelable y superioridad más que manifiesta a las tropas francesas de Enrique II, que mandaba Anne Motmorency, que disponía de 22.000 soldados de infantería, 8.000 de caballería y 18 cañones, las bajas francesas se estimaron en 25.000 entre muertos y heridos, por parte española sólo se contabilizaron 900 bajas. En memoria de la victoria Felipe II, ordenaría construir el tan famoso Monasterio del Escorial. Las cuatro torres de las esquinas y el Palacio Real se asemejan a la forma de una parrilla, por lo que se cree que, su adaptación, se debe a recordar que San Lorenzo murió en Roma martirizado en una gran parrilla.       

El 6 de noviembre de 1557 el Alcaide Alonso de Urrea llega a un acuerdo con los moros, considerados amigos, para que estos pudieran vender sus productos cada mañana en la puerta de la Ciudad.

El 16 de noviembre, se firma el Tratado de Paz y Protección con los representantes de la población de la Kelaya, por el que se reconocía la autoridad española en la zona colindante.

Estos años fueron de muchos trasiegos en torno a la laguna de la Mar Chica, lugar muy cercano a Melilla y donde los piratas turcos y argelinos se refugiaban.

El Rey de España Felipe II, ordenó estudios para fortificar la laguna, o incluso trasladar la ciudad de Melilla a un montículo del interior, para combatir a los piratas turcos y argelinos que en ella anidaban.

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Galería de las batallas del Monasterio de El Escorial.
Autor: Konstantinos Fragkos (2)

Fortificación que el gobierno de Felipe II no llevó a efecto porque una vez estudiado el proyecto por los ingenieros Juan Andrea Doria, Antonelli y otros, aportaron sus opiniones considerando que no existían las condiciones adecuadas en el lugar; y todo quedó como estaba, aunque si se cumplió el compromiso de perseguir a los piratas, cosa que ya se venía haciendo y más tarde avalada por la seguridad que aportó la victoria que se consiguió contra los turcos en el golfo de Lepanto.

El proveedor de Málaga, Francisco Verdugo, en carta al Rey el  28 de marzo de 1558, le proponía mandar a Melilla frailes menos interesados por lo material, como eran los de la Orden del Carmen del Convento de San Andrés de Málaga, que irían de buena voluntad y de muy buen ejemplo. En realidad en estas fronteras del Norte de África lo espiritual no era lo más destacable y dejaba mucho que desear. El clérigo ganaba 100 ducados al año y debería adaptarse a las condiciones de vida de la guarnición, la de Melilla tenía muy mala reputación, más porque la población era muy pobre, que por no tener mucha fe. Por eso era difícil encontrar sacerdotes que quisieran ir a Melilla, los clérigos antes de 1556 eran contratados por el Duque y posteriormente por la Corona.

El 10 de mayo de 1558, escribía el veedor Hernando de Bustillo a Ledesma, Secretario del Consejo del Rey, expresándoles sus quejas acerca del gobernador y exponiéndoles los motivos que generalmente fueron comunes a otros gobernadores, al estimar que siempre, lo que más irritaba a los gobernadores, era que los veedores, recurrían discretamente a la corona sin darle cuenta de nada, siendo la contabilidad uno de los conflictos más fuertes, porque casi siempre el veedor reducía los gastos de las memorias relativo a la plaza. En cuanto al quinto, el veedor lo exigía para la corona, mientras el gobernador lo pedía para el Duque. De lo último puede deducirse que la Casa Real y la Ducal se disputaban el quinto a percibir, lo que no parece factible es más lógico pensar  que cada caso tuviera derecho a su quinto. Siendo así, ese derecho Ducal quedaría sin efecto al quedar exonerado de la guarda de Melilla en el año 1556. Lo que queda claro,  es la disputa entre veedores y gobernadores llevada a cabo hasta extremos retroactivos.   

El 9 de marzo de 1561, por mandato de Felipe II, se encarga a Alonso de Luque vicario de la plaza, la administración del hospital, al que se le adjudicó la cantidad de 50 ducados para compra de medicinas. 

En 1563, el Rey Felipe II, para evitar las incursiones de los piratas berberiscos en el Mediterráneo Occidental, dispuso que la armada de D. Sancho de Leyva, fondeada en Málaga, se reuniese a la altura de Alborán con los bergantines del servicio de Melilla a cuyo frente iría el Alcalde de la Plaza, D. Pedro Venegas de Córdoba, a quien conocían con el sobrenombre de “Terror de Berbería”. En este servicio participaron los llamados Pelotones de Mar de Melilla. Los Patrones de las naves de Melilla como hábiles conocedores de la Costa, se pusieron al frente de la Armada, encaminándose al Peñón de Vélez de la Gomera, cuya Plaza deberían asaltar los provenientes de Melilla, el mal tiempo impediría poder intentar el asalto. En tanto, los dirigidos por Leyva ocupaban Torres de Alcalá y Bades, infligiendo un gran castigo a los piratas allí establecidos.

 

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